domingo, 17 de octubre de 2010

RECUERDOS DEL CHAPAPOTE

Junto a Dani ( nuestro amigo del Camino) vivimos mi mujer y yo, en los umbrales de la Navidad de 2002, una experiencia inolvidable. Habíamos decidido que aunque fueramos de Madrid y de Valencia, éramos un poco de toda España... y Galicia era ya parte de nosotros.

Allí conocimos las dos caras de la vida. La tristeza teñida de negra sobre la arena y la sonrisa de aquellos que sienten que el mar es vida, que la tierra es nuestro hogar y que el cielo es para todos.


Y entre todos intentamos que la sonrisa se contagiara... Nico, Barca, Carlos Tajes, Noemí, Carlos Tajes hijo, Adrián, David, las señoras Carmen y muchos más, nos enseñaron que las flores crecen en cualquier lugar.


GALICIA: AÑO 2002

Recuerdo que hace años, paseando por la fina arena del
Atlántico, tibia, confortante, bajo la luna y las estrellas, respiré
el aroma del mar puro, llenando de frescura mi interior,
mientras la espuma jugueteaba entre mis pies.
En el preciso instante en el que la luna coqueteaba
escondiéndose entre las nubes, una gaviota, en su roca, me
guiñó el ojo, cómplice de aquel bello momento... un ojo abierto
y otro cerrado... ¡Qué pícara! – pensé - , y vi que al acercarme
voló asustada de su roca oscurecida, recortada por las sombras,
y el despliegue de sus alas quebró el silencio.
Ahora en la mañana, esa roca, no me engaño, sigue oscura y a
sus pies esa gaviota ya no huye, ya no escapa, ya no me guiña
un ojo, pues los dos tiene cerrados... y sólo el dolor al desplegar
sus alas quiebra el silencio...
Y mis lágrimas se pierden, junto a otras, entre la densa
negrura.
Dicen que los peces lloran, pero no vemos sus lágrimas porque
se confunden con las gotas cristalinas del agua, eso ocurrió hace
tiempo, hoy sus lágrimas son negras...
Pero enjugo el llanto, pues veo alrededor mil sonrisas blancas,
como ejército de hormigas que cambiaron su color y que lucha
alma con alma, codo con codo, bajo el sol, bajo la lluvia, por la
desdicha de esta tierra.
Ya no lleno de frescura mi interior, ya no respiro el aroma del
mar puro, pero pienso que he de cambiar las gotas que
derraman mis ojos por las gotas del esfuerzo, soñando que este
paisaje, hoy marcado de azabache, vea algún día, de nuevo,
besarse a la ola limpia y pura con la hermosa y callada roca, y
sobre ella una gaviota les guiñe un ojo y mil peces les sonrían
de ilusión.
A lo lejos suena una melodía que dice: “Pintarse la cara color de
esperanza...”
Dedicado a todas aquellas personas que estuvieron allí y a todos
los que desearon ir... y en especial a todas las personas que
sufren en el mundo y a los que consiguen que su sufrimiento no
sea en soledad.

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