sábado, 30 de julio de 2011

ALGO MÁS QUE PALABRAS

Aunque un libro es único y escribir es una pasión, no puedo olvidar que el 7º ARTE me ha acompañado desde que era un niño...

Recuerdo que a principio de los 80 hicieron en TVE un ciclo de Harold Lloyd... uno, que tendría 6 0 7 años, no tenía más que una cadena y por ende, supongo, no tenía mando a distancia... y por aquel entonces las pelÍculas clásicas formaban parte de nuestras vidas... eran en blanco y negro e incluso sin palabras... pero es que a veces, una imagen...

"El hombre mosca" la vi un viernes, creo, lo recuerdo más o menos porque en el super de la esquina me habían dado un pollito, y esa noche nos podíamos quedar hasta tarde pues al día siguiente no había cole.


Disfruté como un niño que era, viendo a H. LLoyd colgado del reloj...


Cuando me fui a la cama, me fui con una sonrisa... un poco más feliz de lo que era ayer...

Me dormí pensando en aquella imagen...




... y soñé con el pollito...

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miércoles, 27 de julio de 2011

CHANQUETE HA MUERTO

Hacía mucho tiempo que no veía Verano Azul. Era un niño de los 80 que disfrutó con el estreno de esta mítica serie y que como muchos volví a ver en sucesivas reposiciones... y reposiciones... hasta decir basta.
Chanquete era mi personaje favorito... ese entrañable marinero del acordeón de corazón en forma de coral y arrugas del oleaje... en su Dorada. Un personaje que para mí traspasó la frontera de la ficción y de la pantalla... y por varios motivos.

A finales de los 80 tuve la suerte de encontrarme con la película "Capitanes Intrepidos" clásico del 37 basada en la novela de Kipling, dirigida por Victor Fleming (el de Lo que el viento se llevó) con Spencer Tracy como el marinero de buen corazón Manuel y Freddie Bartholomew como niño perdido, en todos los sentidos, que es recogido por el barco pesquero de Manuel y del capitán Disco. Y entonces descubrí que Verano Azul era, más o menos, una versión mediterránea de esa historia... os invito a ver la película y ya me diréis... marinero bueno, niño que necesita un par de lecciones y hasta un acordeón o instrumento similar...


Y yo, que había olvidado a Chanquete, lo traje de vuelta a mi vida... y de que manera, pues unos años después, al girar con mi 127 una esquina, me encuentro a Chanquete ( bueno, en Paterna se llamaba Antonio Ferrandis) y si no freno aún me veo corriendo a lo Pancho por todo el pueblo...

Al poco tiempo lo vi caminando cerca de su casa... me acerqué y hablé un rato con él... de teatro, de su vida, de la mía... y entonces aquella tristeza que arrastraba en mi interior desde que vi morir a Chanquete, desapareció... y cuando volví a ver la serie, ese desazón del final ya no era el mismo, pues por la calles de mi pueblo caminaba Chanquete...

Hoy ha terminado la serie en un canal de esos... y al morir Chanquete he vuelto a tener aquella tristeza original, porque sí, Chanquete ha muerto.

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jueves, 21 de julio de 2011

LA CHISTERA VACÍA

Sigo con las historias de MI ALMA EN TU MIRADA... Una chistera vacía habla de intentar no dejar escapar al niño que llevamos dentro, ese niño que aún quiere que le sorprendan...

LA CHISTERA VACÍA

No había nada en aquel sombrero de copa, era una chistera vacía, y de repente, de no se sabe dónde, ni se sabe cómo, aquel joven mago sacó un conejo blanco.
Aquella tarde me rompí las palmas de mis pequeñas manos aplaudiendo. Cuando llegué a casa todavía seguía asombrado, era para mí un maravilloso misterio... ¿cómo habría llegado aquel conejito allí?.
Era magia... era magia y yo era un niño; era ilusión, era un ilusionista y yo necesitaba ser ilusionado... creía en los reyes magos, creía en Papa Noel, creía en el ratoncito Pérez y creía que aquel señor de la chistera sacaba conejos de la nada.
Hace poco vi a ese mago, más mayor, envejecido, triste, vagabundeando por la plaza de mi pueblo... era un mendigo.
Me acerqué y le dije que hacía años le vi actuar, le vi sacar de la chistera un conejo blanco... “¿de esta chistera?”, me preguntó enseñándome un viejo sombrero, más envejecido y más triste que él... “ esta chistera está vacía, se escapó el conejo, y con él se escapó mi vida... tengo hambre y no tengo que comer, si estuviera ahí el conejo, ya me lo hubiera comido”. Entonces, y todavía no sé el por qué, le pedí que intentara de nuevo sacar de su chistera aquel hermoso conejo. El viejo mago sonrió con desgana, dijo sus palabras mágicas, metió la mano en su chistera... y de allí no sacó nada. Miré dentro y lo vi... estaba comiendo una hermosa zanahoria en medio de un prado verde. Entonces lo entendí... ese día descubrí el gran secreto de la vida... el pobre mago no había perdido el conejo, el pobre mago había perdido su ilusión; me alejé apenado, hubiera querido decirle que en su chistera vacía estaba su conejo blanco, pero no me hubiera creído, y yo a él, sí que le creí.

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sábado, 16 de julio de 2011

MI ALMA EN TU MIRADA

Hace años que existe Mi alma en tu mirada... es un libro de relatos que me gustaría que pasara sus páginas por el mundo... me conformo por España... dejo aquí un relato...


EL ABRECARTAS

Era su regalo de cumpleaños, plateado, bello, acabado en una punta imperceptible, ligero.
Cuando lo cogió entre sus manos la luz se reflejó en el filo de una de sus hojas, y tras deslumbrar la mirada de una joven que se sentaba enfrente de él, fue a morir en un destello en las paredes del fondo de la habitación.
Hubo muchos regalos más, casi tantos como asistentes, pero el abrecartas acabado en aquella punta imperceptible, cautivó al joven homenajeado.
Por la noche, ya en su cama, tumbado en el trozo de almohada que dejaba libre la soledad, pasaba de mano a mano aquel abrecartas. Después de un largo rato de aparente reflexión, dejó el objeto plateado en un cajón de su cómoda, junto a los pañuelos mal doblados, y apagó la luz.
Hubiera deseado dormir, de hecho ese era su objetivo, pero el regalo había cambiado algo en su vida... Esa noche no durmió.
A la mañana siguiente se le veía muy contento. Su alegría no era normal... la sonrisa en sus labios y en sus ojos delataba en su ser una primavera en medio del invierno. Durante unos días parecía un mapa de ilusiones en las manos de un niño que anhelaba encontrar un tesoro. Fueron tan sólo esos días espejismos de un desierto, porque poco a poco su alegría se fue difuminando en un cuadro de tristeza; estaba inquieto, ausente... él, que siempre fue una agradable compañía, parecía aquella tarde en el café, junto a sus amigos, una taza más sobre la mesa, inerte, inanimada, sin vida.
Al principio pasó desapercibido, pero pronto su apagada persona fue el centro de atención de todos; sus padres, sus amigos, sus profesores... y nadie sabía el por qué de aquel traumático cambio.
Con el tiempo ya casi ni comía, era una sombra de aquel bello joven que fue. Parecía moverse por los umbrales del abismo, desorientado, sin rumbo. Envejeció cien años, y su dulce humor se convirtió en una amarga mueca que le acompañaba a todas partes.
Los médicos no entendían nada, nadie entendía nada, y él estuvo casi un año sin hacerles entender. Hasta que una mañana bajó de su habitación con el abrecartas en la mano y cogiendo papel de regalo, lo envolvió.
Esa tarde cuando la joven que fue deslumbrada por el filo del abrecartas, abrió su último regaló, hizo un gesto de sorpresa, gesto que fue imitado por casi todos sus acompañantes, por casi todos menos uno.
El joven que hasta apenas unos segundos llevaba casi un año sin sonreír, sonrió.
- Es...- comenzó a decir la joven.
- Sí, es el abrecartas que me regalaste.
- ¿No te gustó?
- Sí, es muy bonito, pero a mí no me sirve para nada, llevo un año esperando que alguien me escriba, alguien como tú, y sé que eso no va a suceder, te lo regalo a ti porque mañana te escribiré una carta.

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