sábado, 16 de julio de 2011

MI ALMA EN TU MIRADA

Hace años que existe Mi alma en tu mirada... es un libro de relatos que me gustaría que pasara sus páginas por el mundo... me conformo por España... dejo aquí un relato...


EL ABRECARTAS

Era su regalo de cumpleaños, plateado, bello, acabado en una punta imperceptible, ligero.
Cuando lo cogió entre sus manos la luz se reflejó en el filo de una de sus hojas, y tras deslumbrar la mirada de una joven que se sentaba enfrente de él, fue a morir en un destello en las paredes del fondo de la habitación.
Hubo muchos regalos más, casi tantos como asistentes, pero el abrecartas acabado en aquella punta imperceptible, cautivó al joven homenajeado.
Por la noche, ya en su cama, tumbado en el trozo de almohada que dejaba libre la soledad, pasaba de mano a mano aquel abrecartas. Después de un largo rato de aparente reflexión, dejó el objeto plateado en un cajón de su cómoda, junto a los pañuelos mal doblados, y apagó la luz.
Hubiera deseado dormir, de hecho ese era su objetivo, pero el regalo había cambiado algo en su vida... Esa noche no durmió.
A la mañana siguiente se le veía muy contento. Su alegría no era normal... la sonrisa en sus labios y en sus ojos delataba en su ser una primavera en medio del invierno. Durante unos días parecía un mapa de ilusiones en las manos de un niño que anhelaba encontrar un tesoro. Fueron tan sólo esos días espejismos de un desierto, porque poco a poco su alegría se fue difuminando en un cuadro de tristeza; estaba inquieto, ausente... él, que siempre fue una agradable compañía, parecía aquella tarde en el café, junto a sus amigos, una taza más sobre la mesa, inerte, inanimada, sin vida.
Al principio pasó desapercibido, pero pronto su apagada persona fue el centro de atención de todos; sus padres, sus amigos, sus profesores... y nadie sabía el por qué de aquel traumático cambio.
Con el tiempo ya casi ni comía, era una sombra de aquel bello joven que fue. Parecía moverse por los umbrales del abismo, desorientado, sin rumbo. Envejeció cien años, y su dulce humor se convirtió en una amarga mueca que le acompañaba a todas partes.
Los médicos no entendían nada, nadie entendía nada, y él estuvo casi un año sin hacerles entender. Hasta que una mañana bajó de su habitación con el abrecartas en la mano y cogiendo papel de regalo, lo envolvió.
Esa tarde cuando la joven que fue deslumbrada por el filo del abrecartas, abrió su último regaló, hizo un gesto de sorpresa, gesto que fue imitado por casi todos sus acompañantes, por casi todos menos uno.
El joven que hasta apenas unos segundos llevaba casi un año sin sonreír, sonrió.
- Es...- comenzó a decir la joven.
- Sí, es el abrecartas que me regalaste.
- ¿No te gustó?
- Sí, es muy bonito, pero a mí no me sirve para nada, llevo un año esperando que alguien me escriba, alguien como tú, y sé que eso no va a suceder, te lo regalo a ti porque mañana te escribiré una carta.

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