lunes, 24 de marzo de 2014

ADOLFO SUÁREZ: EL RECUERDO DE UNA PERSONA QUE NADIE OLVIDARÁ

 Guardo una imagen suya... fue hace muchos años, en Valencia... Dos niños de 6 y 7 años se sentaban en primera fila, en un bordillo de una de las avenidas principales de la ciudad, para ver un desfile. Al acabar, las autoridades que habían acudido al acto se subieron en sus coches y atravesaron también la avenida bajo el aplauso, el saludo y las miradas de todo el mundo. Los dos niños saludaron a un hombre que les saludaba por la ventanilla... o al menos eso quisieron creer... Y aunque eran niños y la vida, para ellos, empezaba y acababa todos los días, aquellos eran tiempos de encontrarse la esperanza convertida en realidad... y aquel hombre del coche, que ellos siempre quisieron creer que les había saludado, fue una de las personas que entregó su aliento y su memoria para que aquellos niños crecieran en un lugar en donde los rostros de muecas desnudas se volvían a vestir con una sonrisa...
Siempre se escucharon, y ahora se volverán a escuchar, voces justas que, sin querer que les atrape los brazos del maniqueismo, confiesen que él no era el mejor... ya le puso Shakespeare las palabras en la voz de Marco Antonio: "... vengo a sepultar a César, no a elogiarle. El mal que hacen los hombres, vive despues de ellos; el bien, muchas veces, muere enterrado con sus huesos... Bruto dice cosas malas de César, y Bruto es un hombre honrado... pero cuando el pobre clamaba, César lloraba... se le ofreció tres veces la corona real y tres veces la rehusó... no hablo para desmentir lo que dijo Bruto, sino que estoy aquí para decir lo que sé: todos vosotros le quisisteis antes, no sin razón ¿qué razón entonces os impide llorarle?..."
No, es posible que no fuera el mejor, pero, ¿mejor que quién? ¿mejor para quién? ¿mejor para qué?... Y aunque ni quería serlo, ni lo era, ya nos gustaría a muchos ser como él, aunque no fuéramos los mejores... ya tuvo Dante que atravesar el infierno para llegar al cielo. Vuelvo la vista atrás, con nostalgia y un poco de tristeza. Cuanto camino hemos andado y entre tanto la realidad sonriente se ha ido gastando en cada huella de nuestros pasos, y en los bolsillos vuelve a enredarse la esperanza... Ya no soy un niño, ya no hay desfiles como aquellos... eran otros tiempos, eran tiempos de creer en las personas... Y aunque ya no haya bordillos en donde poderse sentar, guardo una imagen suya, y desde aquí, o desde allí, voy a esperar a que vuelva a pasar... y si no pasa, seré yo e que vaya a buscarle.

2 comentarios:

Nati dijo...

Muy sentido tu post.

Raquel dijo...

Ojalá se desenrede la esperanza del bolsillo y volvamos a soñar despiertos... Estoy orgullosa de ti